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  1. Ya ni los mensajes tienen magia....

    viernes, 18 de abril de 2008

    Hay diferentes maneras de sacarlo a uno de su cordura. Variadas formas. A mi por ejemplo, me desordena cuando me tratan de enredar para hacerme sentir culpable de algo que no he hecho. También me saca de quicio caminar en el centro de Medellín, entre las diez de la mañana y las dos de la tarde, por la exagerada contaminación que emana de los carros y las fabricas. Mi nariz me arde, desesperadamente. Me enchicha llegar a mi casa después de un extenuante día, y casi todos son iguales, y encontrar a mi mamá discutiendo porque mi hermana dejo caer una gotita de gaseosa en el mesón de la cocina. O porque grita como loca: “¡Johansson. Johanssooon. Johanssooooooooonnnnnnnn! Es que no escucha o qué. Que a comer”. Semejantes gritos para decirme simplemente que a comer.

    Ahora, para acabar de ajustar, diariamente me “embejuca”, me saca de casillas, los mil y un mensajitos de textos de Tigo. He preguntado a usuarios Comcel o Movistar y la única empresa mamona que no se cansa de enviar mensajes es Tigo. Que el día Tigo, que si envió un mensaje a tal número me dan otro montón más. Que hay boletas para el concierto X. Que si quiero un viaje, por ahí también lo puedo conseguir. Si a la operadora se le daño una uña, también coloca mensaje. Por todo colocan un bendito mensaje. Que pereza tanta mamera la de esta gente. Que falta de oficio.

    Antes, cuando sonaba el “piiii” anunciando que había entrado un mensaje de texto a tu celular, uno lo sacaba inmediatamente para revisar el mensaje. Porque era importante. De un amigo para una cervecita. Un te amo de la novia. Un “¿Dónde estas?” de la mamá. Alguna vaina. Pero ahora, cuando suena el “piiii” del mensajito, ya uno ni lo ve. Ya sabe que es de Tigo, o de 444 o de 5552, de alguna de esas jodas que han matado la magia que tenía el recibir mensajitos.

    No más mensajes innecesarios y pendejos de Tigo. Estoy mamado de borrarlos para que no se llene la memoria.

  2. Sigo opinando....

    miércoles, 9 de abril de 2008

    Es ridículo, muy ridículo, que el tema de los secuestrados, en primera instancia, y el tema Colombia, en segunda instancia, sea utilizado como caballito de batalla de los gobiernos que tienen dificultades internas. Chávez, el fantoche, el fastidioso “presidente” venezolano, para poder distraer a su gente de la crisis alimenticia y de corrupción política que tiene internamente, ha cogido a Colombia y sus maltratados, torturados e indefensos secuestrados, como bandera. Y le ha funcionado. Tiene una popularidad, en su país, casi igual a la de Uribe. Después Nicaragua, que se equivoco eligiendo un presidente que otrora fue corrupto y asesino, también tiene el temita colombiano entre palabra y palabra, para poder poner a su país en la agenda internacional, ya que por si solos no son capaces de hacerlo. No tiene mayor interés para el resto del mundo. Correa, quién desde su campaña presidencial había dicho que no consideraba a las Farc como terroristas, por fin sacó las garras, y ya es evidente que el tema colombiano y la incursión militar por parte del gobierno de Uribe a territorio “hermano”, son las mejores armas para distraer a su gente con respecto a las sospechosas relaciones de él con Reyes. Y nos va a tener en boca por mucho tiempo. Y creo que hasta que termine su mandato, no va a dejar esa mirada malvada y típica de boxeador gringo, que tuvo para con Uribe en la OEA. Después fue Nicolás Sarkozy, el farandulero presidente francés — y bueno, tal vez el de mejores intenciones— quién también se ha aprovechado del drama colombiano, de que hay una mitad colombiana y una mitad francesa entre los secuestrados. Y con eso ha ganado bastante popularidad en territorio latinoamericano, pues no le hacía falta en Europa, ya le basta el escándalo con la ex modelo Carla Bruni. Pero en esta parte del mundo, le hacía falta popularidad y ¡Oh fortuna! Ahí, a solas con su suerte, estaba el drama colombiano y él, inteligentemente, se volvió uno de los redentores. Y para más vergüenza con los maltratados secuestros, un nuevo país, con una nueva (bueno, vieja) crisis económica y social se ha adherido entre los redentores de Ingrid y todos los que ella representa. Cristina Fernández, la argentina, la misma que en la OEA se reía de los malos chistes de Chávez (quién no se ríe si el que dice ser la reencarnación de Bolívar invierte millones de dólares en el país más europeo del continente). En la marcha de los quince mil franceses en contra de la violencia en Colombia, apareció la Cristina, mojando prensa y avivando un nuevo frente latino para recuperar a los secuestros de la peligrosa selvas colombianas.

    Que horror que el tema de esta pobre gente que sufre muchísimo, sea el caballito de batalla y la curita que varios países utilizan para distraer sus propios problemas. Claro que hay que decir, que el primero en empezar esta impudicia, fue el mismo gobierno colombiano que lleva años indiferente frente al tema, y sólo sale a relucir como una cortina de humo cuando se acerca una hecatombe.