- - Tienes la voz cansada. ¿Qué te pasa? ¿Qué te trae acá? Estas lejos Sofía, muy lejos de tu casa. ¡Es tarde! ¿Dime, qué pasa?
- - Nada extraño, nada que tu no conozcas. Es obvia mi presencia.
- - No te entiendo.
Sofía soltó la chaqueta color café y besó a Santiago.
- Acaso no entiendes Santiago. No ves.
- - Sofía, sabes bien que no puedo. Sabes que tenés que hacerlo. No lo hablemos más. Ven, quédate a dormir esta noche.
- - Qué te pasa Santiago, no entiendes. Yo no quiero eso, ya es bastante.
- -¡Suficiente qué! No Sofía, esto jamás pasó.
- -Santiago no querés vos. Qué te hace pensar lo mismo de mí. ¡Cobarde!
- - ¿Valiente? Creés que sos valiente. Cobarde vos que no sos capaz de solucionar estas cosas.
- - No te creo, no creo que me digás estas cosas. Me voy…
- - Y adónde vas a ir. Mirá tu reloj.
- -Me voy…
Sofía recogió su chaqueta del piso, abrió la puerta con la misma rapidez con la que Santiago se sentó en su comedor a terminar el café en leche, mientras pasaba la mano derecha por su cabello.