
Ella tocó su brazo. Volteó. Miró sus ojos tan fijamente como le fue posible ante el inminente parpadeo. Sonrió. Su rostro, antaño triste, eternamente triste, sonrió. “es el amor” pensó.
El aroma de los desparramados billetes en la mesa de noche del lado izquierdo de la cama la hizo girar de nuevo hacia su infinita tristeza.
El aroma de los desparramados billetes en la mesa de noche del lado izquierdo de la cama la hizo girar de nuevo hacia su infinita tristeza.