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  1. Nochebuena

    martes, 22 de diciembre de 2009


    Fernando Silva dirige el hospital de niños en Managua.

    En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse. En su casa lo esperaban para festejar.

    Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo queda en orden, y en eso estaba cuando sintió que unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón; se volvió y descubrió que uno de los enfermitos le andaba atrás. En la penumbra lo reconoció. Era un niño que estaba solo. Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizá pedían permiso.

    Fernando se acercó y el niño lo rozó con la mano:
    -Decile a... -susurró el niño- Decile a alguien, que yo estoy aquí.

    Eduardo Galeano (Uruguay)

  2. Minicrónicas...

    jueves, 26 de noviembre de 2009

    1. “¿Nos vamos en el mismo taxi?” Dijo él. “¿Por qué no?” Contestó ella. En el transcurso, una Bogotá congestionada ambientó el camino, él no dijo una palabra, ella terminó de vomitar sus últimos reclamos, de exigir sus últimas explicaciones, de encontrar otra respuesta. “Acá me quedó yo” “Oscar eee…” el sonido seco de la puerta trasera del lado derecho del taxi Atos, ahogó, el que fuese el último reclamo. “¿Para donde vamos señorita?” Preguntó el viejo conductor. Ella, con una punzante tristeza, contestó: “A la Soledad, por favor”.

    2. Él leyó: “Florentino Ariza sonrió, trató de decir algo, trató de seguirla, pero ella lo borró de su vida con un gesto de la mano. ­–No, por favor –le dijo–. Olvídelo. Esa tarde, mientras su padre dormía la siesta, le mandó con Gala Placida una carta de dos líneas: Hoy, al verlo, me di cuenta que lo nuestro no es más que una ilusión”. Concluyó ¡con tanta pasión! que ella envidió la determinación de Fermina Daza. Una lágrima derramó. Y el silencio de la biblioteca se vio invadido por su expresión: “Uuuuuyyyyyy, parce, ¡que bonito!”.

    3. El salón de clases no soporta más calor. Ellos dos hablan y hablan y leen y vuelven a hablar. Preguntan. Pocos responden. Ellos vuelven a hablar. Uno sobre su deseo frustrado de conocer a Alma, el otro con una mirada afirmando que “sí, es genial” conocer a Alma. Todos en silencio. Hablan y vuelven a leer. El mismo con el deseo frustrado, habla de epitafios y un pueblo y muertos. El otro, con una sonrisa, bastante contenida, de pronto reacciona: “¡Si, si, esa crónica la escribí yo!” Hablando también de muertos. El calor permanece como un alumno más en el salón.

    4. “Gas, que imagen tan fea” alcanza a susurrar ella, evitando que la escucharan. La imagen es tan fea, tan fea, que inclusive ella sigue mirando el adefesio. “Pero mirá hombre, que hijueputa imagen tan fea” insiste ella. Él no voltea a mirar. “No parce, no parce, que imagen…” y se queda en un largo suspiro. No más remedio, él voltea a mirar. “¡Eso es! Son simplemente unas tangas mal ubicadas” dice él volviendo sus ojos al libro.

  3. ¡¡¡Nanachavita!!!

    viernes, 13 de noviembre de 2009

    Este es un manifiesto de alegría. 
    Es decirle a usted, mujer, que sus ojos me atraen profundamente, tan profunda es la fijación, como tan profunda es su mirada. Tan reveladora. 
    Que su cabello me gusta ¡Me gusta mucho! Esa libertad que ha adquirido me seduce.
     Que sus manos ¡Sus manos! Sus manos, mujer, me fascinan. Delgadas manos, suaves manos, beligerantes manos. 
    Que la curva de sus orejas me trasnochan y su olor me atonta. 
    Que sus senos, pequeños, perfectos, delicados ¡sublimes cumbres! Me excitan, me embelesan.
     Que su voz me embriaga. 
    Y su mera presencia me hace trémulo, idiota.... 
    Que la amo mujer. 
                                                                                  Que usted es el nombre de mi felicidad.

  4. Apartadó

    lunes, 26 de octubre de 2009

    Un favor.

    En tu equipaje, no olvides mi recuerdo...

    El tuyo ya me habita...

  5. ¿Me haces un favor?

    viernes, 23 de octubre de 2009

    —¿Me haces un favor?
    —¿Qué clase de favor?
    —¿Quieres tenerme mis avioncitos durante todo el recreo?
    —¿Durante todo el recreo?
    —Sí, es que tú eres mi cielo.


    Jairo Aníbal Niño

  6. Septiembre.

    sábado, 10 de octubre de 2009

    Se pierde uno en medio de esas montañas doblegas para dar paso a esa nueva carretera. Y llega la esperanza cuando en una curva a la izquierda, aparece cerca la estación de gasolina que anuncia la entrada a San Jerónimo. Sabe uno que quedan cerca de veinte minutos o quince, dependiendo de la virtud del conductor. Viajar en taxi no es más cómodo ni más rápido que esos colectivos de ocho personas, como creería uno. Faltan sólo quince minutos. Empiezo a sentir el calor, el insoportable, el incomodo. Espero cruzar el puente sobre el río Cauca y luego mirar el letrero gigante que da la bienvenida a la Ciudad Madre. Pero estos quince minutos son lentos. Se burlan de mí y danzan de acá y allá, de un lado al otro intentando desesperarme. No lo logran. Dejo que mi mirada se pierda en los tonos de verdes que me regala el paisaje. Y pienso en vos. De repente unas montañas ya doblegadas hace tiempo me anuncian que llegué. Regularmente el transporte intermunicipal lo deja a uno en el parque central del municipio que uno visita. Pero hace mucho, en tiempos de Festival de Cine, me había enterado que esta Ciudad Madre es vanidosa y coqueta y lo obliga a uno a caminarla. Entonces me quedo en la Variante, donde pululan motos, y comienzo a caminar esta Santa Fe empedrada. Histórica. Allí una casa que guarda secretos de una novela. Allá un café internet que guarda el último recuerdo que tengo de una amiga extrañada. Más abajo un par de iglesias, una menos rimbombante que la otra. En una se casan gentes “importantes”; en la otra simplemente gentes. Más arriba otro parque, con un nombre extraño, que cobija los helados y las cervezas. Al lado, la calle de nombre amargo… Y allí me esperan tu presencia, tus manos, tu aliento y las ganas de llegar a la habitación 102.

  7. Allá

    jueves, 1 de octubre de 2009

    Si acaso al otro lado de la vida, otra vez, por azar, nos encontramos
    ¿se reconocerán nuestras miradas o seremos tan sólo un par de extraños?

    De todos modos te amaré lo mismo.
    Juntos.
    O separados.

    Meira del Mar

  8. ...

    miércoles, 2 de septiembre de 2009

    Sofía…

    No te preocupes más. La batalla ha terminado. Después de todo, aún seguimos con vida. Mañana será un nuevo día, aunque más esperanzador, pues se nos ha informado que no nos moveremos de esta zona. Acá estamos seguros. Estamos en la parte alta de la montaña y difícilmente llegarán los Goleros. Hoy tuve uno muy cerca, a tiro, pero no fui capaz de dispararle. Era un niño, sus ojos eran profundamente tristes. Siempre pensé en esa oportunidad, de tener tan sólo a uno en frente, siempre soñé ese disparo. Me he preparado durante meses para no fallar. Pero era un niño y el odio con el que salí del batallón, se transformó de inmediato en piedad, en angustia. Se veía tan indefenso. Me pregunté cuántas vidas habrá quitado su arma. Creo que ninguna. ¡Quiero pensar que ninguna! Los dedos se entumecen por el frío de esta selva. Escribirte esta carta me cuesta la vida. Tengo hambre, sueño, me quiero bañar. Pero me consume también estas ganas de contarte mi estado. Ramírez, un soldado profesional de más de siete años, es mi lanza más cercano. Vive pendiente de mí todo el día. Me aconseja sobre cada peligro. Él conoce bien esta selva. Estos primeros meses de profesional no han sido del todo satisfactorios. Ahora me cuestiono el hecho de ser profesional, en algo que no profesionaliza a nadie, que antes lo aturde, lo destruye. Pero la guerra no acaba. Los Goleros siguen con su paso de miseria y dolor y muertos y destrucción. Tengo que hacerlo, debo seguir atado a esta guerra vieja y miserable. No puedo vivir en la ciudad, de oficina en oficina, enciendo la televisión y escuchar sobre muertos y hacer de ese conteo absurdo algo más de mi cotidianidad. No me resisto a ello. Tengo que estar acá, con mi vida. Sofía, mi Sofía, dirás que soy un egoísta y que vos también mereces mi vida. Sé que lo has pensado y ese dolor no es menor al que me causó esta mañana los ojos de un niño viendo morir a su padre en un Hospital de Angosta. La bala que lo mató era de los Goleros. Llegamos tarde. Pero tu recuerdo y el de un futuro juntos, todas las noches me torturan, no me lo logro sacar de mi cabeza. Por eso te escribo esta carta, Sofía hermosa, para que te enterés de mí, para que tratés de entender un poco de todo el dolor que me produce el mundo, y para que me esperés. Sé que soy un egoísta ¡lo sé! Pero no puedo hacer nada diferente, no sería feliz, a pesar de vos, en la ciudad, conforme. La decisión es tuya, siempre lo ha sido. Te acordás, Sofí, cuando nos conocimos. De esas conversaciones largas por teléfono acerca del estado de este país y de lo conformes que éramos entonces. Pues bien, ahora ya no son solo conversaciones, ahora esto es real, la vida es real…. Y a mí me asignaron un mal sitio para vivirla.


  9. miércoles, 26 de agosto de 2009

    Necesidad de verte.

    Necesidad de oírte.

    Necesidad de vos, de tu historia,

    Y tus días y tu aliento…


  10. Intentos...

    lunes, 17 de agosto de 2009

    De tanto mirarte. De tanto callarte.
    De tanto herirte. De tanto olvidarte.
    De tanto en tanto, la vida se empieza a llenar de contradicciones.
    De miedos. De dolores. De ausencias.
    De vos.

  11. Dialogo para Mateo

    domingo, 16 de agosto de 2009

    - - Tienes la voz cansada. ¿Qué te pasa? ¿Qué te trae acá? Estas lejos Sofía, muy lejos de tu casa. ¡Es tarde! ¿Dime, qué pasa?

    - - Nada extraño, nada que tu no conozcas. Es obvia mi presencia.

    - - No te entiendo.

    Sofía soltó la chaqueta color café y besó a Santiago.

    - Acaso no entiendes Santiago. No ves.

    - - Sofía, sabes bien que no puedo. Sabes que tenés que hacerlo. No lo hablemos más. Ven, quédate a dormir esta noche.

    - - Qué te pasa Santiago, no entiendes. Yo no quiero eso, ya es bastante.

    - -¡Suficiente qué! No Sofía, esto jamás pasó.

    - -Santiago no querés vos. Qué te hace pensar lo mismo de mí. ¡Cobarde!

    - - ¿Valiente? Creés que sos valiente. Cobarde vos que no sos capaz de solucionar estas cosas.

    - - No te creo, no creo que me digás estas cosas. Me voy…

    - - Y adónde vas a ir. Mirá tu reloj.

    - -Me voy…

    Sofía recogió su chaqueta del piso, abrió la puerta con la misma rapidez con la que Santiago se sentó en su comedor a terminar el café en leche, mientras pasaba la mano derecha por su cabello.


  12. ¡¡¡¡SiervaMaria!!!!

    viernes, 14 de agosto de 2009


  13. ...

    Amigo, este es un llamado de urgencia. Es un momento de desesperación. Es un momento critico. Este, en realidad, no es el mejor sitio de mi vida.

    Ando en una encrucijada. extrañando mi Johansson. Ese que tanto admiré durante algún tiempo. En realidad al único que Johansson que admiré. Porque nada antes o después de ese Johansson me enorgullece tanto. Y ahora no tengo nada.

  14. ...

    martes, 7 de julio de 2009

    Este señor español, me lo enseño a escuchar un primo un día sin importancia de un año sin importancia y de un mes menos importante, en medio de una habitación con olor a terquedad y desesperanza. Hoy me acordé que amo a ese primo... Y que me duele la forma como lleva su vida. Confío en él. Me parece que tiene talento e inteligencia y cierta gracia. A vos Cristian, que te necesito más libre y menos consumido....


  15. Mi abuelo fue amigo de Michael Jackson

    viernes, 26 de junio de 2009

    ¿Sabía usted que Michael Jackson vivió en el barrio Alfonso López de Medellín?

    Sí, y fue amigo de mi abuelo. Ángel Cruz se llamaba el viejo. Pequeño, panzón, de tez morena y cabello blanco. Su bigote —eterno— era parecido al de Cantinflas, escaso y del mismo color del cabello. Tendría yo siete u ocho años cuando él llegó a la casa con un LP del entonces rey del pop. ¡Un señor de cincuenta y cuatro años con un disco de Jackson! “Me lo regaló mi amigo Michael cuando estuvo aquí en Colombia”, decía con la misma seguridad con que sostenía el disco en la mano. Mi abuelo, ¿amigo de Michael Jackson? ¡Ja, cosa más loca!
    Fue zapatero, hippie, rockero y hasta político; eso sí, aficionado, pues apoyaba cuanto candidato aparecía. Según mi abuela, él hizo política con Héctor Abad Gómez, César Pérez, Iván Restrepo y hasta con el mismísimo Alfonso López Michelsen quien fuera después presidente de la República. De este último fue que se sacó el nombre del barrio que él fundó —en compañía de otras personas— en los años sesenta: barrio Alfonso López, ubicado al noroccidente de Medellín.

    Mi nombre es…

    Él sabía el nombre de todos en la familia —o bueno, de casi todos—, los pronunciaba con fluidez y seguridad, parecía que su mente fuera inoxidable. Marina, Concha, Luis… Todos, menos el mío. Jamás le escuché decir mi nombre. Nunca, y dudo mucho que lo supiera; y en el caso remoto de que así fuera dudo aún más, por cuestión práctica, que fuera capaz de pronunciarlo. No lo culpo ¿quién pronuncia este nombre que me define si desde el principio se copió mal en la notaría? Aparece, Jhonjanzon Cruz. Inclusive fue difícil pronunciarlo para mis maestras de primaria.

    El viejo utilizaba dos palabras simples e insignificantes para llamarme: Hey, pelaíto, tráigame una bolsita de leche; oiga niño, sáqueme una galleta; pelaíto que la masa pa‘ las arepas, niño que el ponquecito. Jamás se dirigió a mí con mi nombre, ni siquiera intentó pronunciarlo.
    Me hubiese gustado presentarme, pues parece que nadie le dijo como me llamaba: Mucho gusto, mi nombre es Johansson Cruz, hijo de Carmenza y de Virgilio su hijo, y además tengo algo especial: soy su nieto.

    ¡Qué historias!

    Para mi abuelo, el decir mentiras era una profesión que ejercía con toda la disciplina del caso. Disciplina conveniente, pues lo mantenía con una lucidez impecable. Cada vez que nos sentábamos a ver televisión, en el único televisor de la casa, y aparecía un rockero o un hippie con el cabello largo y desordenado, él empezaba a contar sus historias juveniles y aseguraba haber sido como los “mechudos” que aparecían en la TV. No pagaba el impuesto predial, pues según él cada vez que llegaba a pagarlos le decían “no Ángel, cómo le vamos a recibir la plata, tranquilo, usted es amigo de nosotros no se preocupe”… Inclusive llegué a sospechar que mi abuelo era el mejor amigo de Medellín, pues no le cobraban impuestos, fue el único en la ciudad que en los noventa conoció a Michael Jackson, en persona y además, como para rematar, era amigo de todos los ladrones. Cada vez que le “robaban” el dinero y las joyas llegaba cabizbajo y enmudecido, pero a los ocho días entraba a la casa sonriente y alegre con los anillos y el reloj, pues según él, el ladrón se había enterado quién era Ángel Cruz y lo había buscado para entregárselos. Era mi héroe, la máxima expresión de valentía que había conocido. ¡Qué cuento de superman o de Batman! Para mí, mi abuelo.

    Recuerdo las innumerables pastillas que tomaba en el día para el par de enfermedades que sufría, artritis y diabetes. El kilométrico amarillo que siempre se colgaba en el bolsillo de las camisas junto a sus papeles. Su mirada ingenua y tierna. Me acuerdo que lo quise, pues lo sé hoy que me hace falta y lo supe en el momento exacto en que su ataúd empezó a descender a la tumba. Lo lloré tanto.

    Murió el viernes trece de agosto de mil novecientos noventa y tres, de un edema pulmonar, a las siete en punto de la noche. Murió en el taxi que lo transportaba hacia el hospital.

    Publicado en EL PEQUEÑO PERIÓDICO No. 69, Medellín, s005


  16. .....

    sábado, 20 de junio de 2009

    AUXILIO!!!!

  17. Un cuento de msn!!!

    viernes, 12 de junio de 2009


    Un hombre. Un arma. Un tiro.

    Una circunstancia. Un motivo. Una razón.

    Dos metros más adelante, el cuerpo de él, yacía en el suelo, como reza el informe policial, archivado, en el sótano de un viejo edificio. La bala le entró por la cabeza, dice el periódico del día, amarillo y viejo, guardado en el tercer piso de la biblioteca, en el centro del pueblo.

    Una mujer; es el arma, el tiro, la circunstancia, el motivo y la razón; o eso dicen, de boca en boca, en las calles de Angosta....


  18. De esas noches!!!

    lunes, 4 de mayo de 2009


    Me pregunto para qué sirve un blog. Qué puedo publicar en mi blog. En “mí” blog. Es mío y puedo publicar lo que quiero. Creo. Pero entonces, para qué tengo un blog, si puedo escribir, lo que quiero, sin tener un blog. Es decir, no hay ninguna necesidad, o por lo menos yo no tendría ninguna necesidad de escribir, esto que escribo, que no es mucho ni de muy buena calidad, para publicarlo en un blog. Lo podría hacer para guardarlo en un archivo en alguna carpeta de mi portátil. Y de vez en vez mirar y corregir y dejarlas, las palabras, ahí escritas esperando a que yo me acuerde de ellas. Y me pregunto, por pendejo, para qué carajos sirve este blog. ¿Ha sentido usted, amigo, la necesidad de escribir? No importa qué o sobre qué, sólo de escribir.

    Estoy escribiendo esto a la una de la mañana de un lunes que sé va a ser aburrido. Me encontraba en mi cama, que es bastante cómoda, bajo las cobijas, medio dormido, y desde hace como dos horas vengo escuchando esa música maravillosa que producen las gotas de lluvias que dan contra el asfalto, en la calle, o en el techo de tejas de barro en mi casa, o contra el vidrio en la ventana de mi habitación. Escuchando llover, pensé en un cafecito caliente. Traté de aguantar las ganas. La cocina queda lejos de mi habitación y es tarde, los perros de mi casa tienen el derecho, creen ellos, de orinar por toda la casa cuando las luces están apagadas en la noche; para ir hasta la cocina se debe sortear más de un charquito, ¡y más uno que nunca se acostumbró a las “chanclas”! Y descalzo no hay peor cosa que sentir esa agüita en la planta del pie. Pero me dominaron las ganas y me levanté con pereza a recoger el muk rojo del cumpleaños para servir un cafecito. Dos minutos en el microondas y ahí está, caliente, bajo esta lluvia, un delicioso café. De nuevo en mi habitación y después de haber salido con éxito de los charquitos de orines de Switty y Luna, empiezo a pensar en escribir. ¡No en dormir, no en estar bajo las cobijas! ¡No! En escribir. Miré el reloj de mi celular y eran las 12: 30 de la madrugada de un lunes. Del peor de todos los días de la semana. Pensé un rato qué podría escribir, qué pequeña tragedia contar, y en la flojera que me daba prender el portátil. Pero querido amigo, cuando vos tenés ganas de ir al baño, por más pereza que te dé, tenés que ir al baño. Lo mismo me pasa hoy, que tengo que hacerlo, y termino escribiendo bobadas como éstas, que terminan colgadas en blogs como éste. Y entonces me doy cuenta, que al final, uno termina escribiendo, también, para que gente como usted, que me está leyendo ahora, lo lea a uno y después hable de lo innecesario que es invertirle tiempo a lecturas como ésta. Un abrazo, lector.


  19. ¿Cuál reflejo de la realidad?

    miércoles, 29 de abril de 2009

    A Jhon Jairo Aguiar

    El que hacer del periodismo cambio sustancialmente desde que en 1887 dos jóvenes tomaron la riendas de dos importantes diarios estadounidenses, Joseph Pulitzer, con el New York World, y William Randolph Hearst con el San Francisco Examiner. La historia del periodismo se partió para siempre desde aquel hecho. Cambio en su que hacer diario, en su estilo. Se empezó a hablar de ética en el oficio. Se empezó a hablar de sensacionalismo. Fueron tan importantes, ambos periódicos, que incluso provocaron la guerra Hispano-estadounidense, entre España y los Estados Unidos, en 1898, gracias a las crónicas que reporteros de ambos periódicos enviaban desde la isla de Cuba. Esta guerra supuso el nacimiento de Norteamérica como potencia mundial. Pero también supuso el nacimiento de los corresponsales, y la reafirmación de los cronistas y talentosos de la literatura en el periodismo como oficio. 

    Pero otra transformación, lejos de los estilos y contenidos y formatos, estaba teniendo lugar en aquella década del ochenta de aquel mil ochocientos. Nacían las empresas de comunicación. Las guerras, más allá de ser perversas y de dejar nefastas consecuencias en la historia de la humanidad, también sirven para potenciar un avance o modificar por completo una sociedad. El periodismo se transformó y de que manera, “gracias” a la lucha feroz y descomunal que Pulitzer y Hearst tenían por conquistar nuevos lectores, lo cual significaba más ingresos. En el fondo, esta transformación positiva del periodismo, este progreso, no fue más que consecuencia de una lucha económica y de poder de estos dos hombres. Tanta era la influencia de ambos, que lograron enfrascar a un país, su natal Norteamérica, en una guerra, lo que significa que intervinieron en la realidad y la historia de su país, y lo que es mucho más significativo, de varios países en su momento. 

    Hoy, la historia no es diferente. Muchos medios de comunicación, enfrascados en su ambición económica, mueven algunos de los hilos de la humanidad según el mejor postor del día. Es sólo que ahora hay un problema mucho mayor; el escenario ya no es sólo aquel país del norte de gran extensión geográfica: ¡No! El escenario es mucho más grande. Marshall McLuhan nos hablaba en la década del sesenta, de una “aldea global” de la información, lo cual significaba, como efectivamente lo es, una globalización de la información y por ende una unión de las culturas del mundo. Pero esta “aldea global” puede revertir su fin, dado que por consecuencia de ese fenómeno mediático de la globalización, los medios de comunicación están incidiendo más en las transformaciones de esas sociedades que forman parte de la aldea, es decir, de la humanidad. Victoria Camps al referirse a esta intromisión del poder mediático, nos previene de manera dramática al decir que “los medios de comunicación no reflejan la realidad, la construyen”. Y tiene razón, los individuos no hablan y piensan de lo que ellos quieren hablar, ellos razonan en función de los temas y aspectos que el medio de comunicación quiere que hablen. Y esto, desde cualquier lógica, es escabroso. Porque el problema en realidad no es que la opinión pública gire entorno a temas que los medios han agenciado; el problema radica, que quién maneja esa agenda, que alimenta la opinión pública, son los poderosos grupos económicos que están detrás de ese medio. Esto significa, que estamos pensando entorno a los temas que le interesan al grupo económico. Cómo dice Donald Shaw en su teoría de la Agenda Setting: “la gente tiende a incluir o a excluir de sus propios conocimientos lo que los medios incluyen o excluyen de su propio contenido”. En este sentido Victoria Camps hace una reflexión entorno al papel que juega el individuo como receptor al expresar que “el espectador no es un ciudadano, sino un consumidor visto desde la prensa” lo cual cambia por completo la generalidad del individuo como ser pensante y autónomo. 

    Ryszard Kapuscinski con relación al poder económico detrás de los medios, en su texto ¿Reflejan los media la realidad del mundo? Dice: “Hoy todo ha cambiado. El precio de la información depende de la demanda, del interés que suscita. Lo que prima es la venta. Una información será juzgada sin valor si no consigue interesar a un público amplio. El descubrimiento del aspecto mercantil de la información ha motivado la afluencia del gran capital hacia los media. Los periodistas idealistas, esos dulces soñadores en búsqueda de la verdad que antes dirigían los periódicos, han sido reemplazados, a menudo, a la cabeza de las empresas, por hombres de negocios”. 

    Ahora, el tema es realmente grave. No es una información limpia, imparcial, y en muchos casos real la que esta transformando las sociedades, es una información manipulada, que no reflejan la realidad de la sociedad, entre otras cosas por que los medios de comunicación no alcanzan a cubrir, en un formato, todos los acontecimientos noticiosos que genera una sociedad; ese no es un problema que haya que imputársele a los medios, es imposible lograr cubrir todas las noticias que se suscitan, el problema es que en el poco tiempo o espacio que tienen para informar, prefieren utilizarlo en otras cosas de interés particular, “¿Los media reflejan el mundo? Digamos que de manera muy superficial y fragmentaria. Se concentran en las visitas presidenciales o los atentados terroristas; e incluso esos temas parecen interesarles menos”, en palabras de Kapuscinski.

    Los periodistas
    ¿Y cuál es el papel que tienen los periodistas en esta maquinaria comercial? La respuesta a esta pregunta tiene dos aspectos: la vocación o la subsistencia. Ese dilema envuelve cada vez más a los periodistas que envueltos en esta “aldea global” de la información trabajan horas y horas y horas, como bellamente lo expresa Juan José Hoyos: “Nuestro trabajo diario está lleno de verdades frágiles que casi nunca sobreviven más de un día. Pensamos que conocemos muchos lugares y mucha gente porque hemos viajado a muchas partes. Al final comprendemos que sólo hemos conocido ascensores, pasillos y habitaciones de hoteles, salas de espera de aeropuertos, restaurantes, estadios y auditorios donde se realizan congresos, partidos de fútbol y ruedas de prensa.
    Cuando hablo con un colega que está físicamente sin aliento, cansado de viajar y de no ver a sus hijos —esos pobres muchachos a los que damos lo poco que nos queda después de que el trabajo se lleva lo mejor de nosotros—, y a punto de un colapso emocional por la sobrecarga de trabajo, el stress y la velocidad, yo me pregunto: ¿vale la pena?
    Entonces pienso: somos trabajadores de la información en una sociedad que se ha autonombrado sociedad de la información… ¡Y a veces no nos queda tiempo ni siquiera para leer el periódico o ver el noticiero de televisión!” 
    Y entonces ¿vale la pena? O la pregunta es ¿de qué se vive? A esos dilemas se enfrentan a diario los miles de periodistas que trabajan en el mundo. Somos los primeros sacrificados en este guerra terrible del poder mediático. Kapuscinski lo advierte “La ignorancia de los enviados especiales sobre los acontecimientos que están encargados de describir es, a veces, sorprendente. Cuando las huelgas de Gdansk, en agosto de 1981, que dieron nacimiento al sindicato Solidarnosc, la mitad de los periodistas extranjeros llegados a Polonia a cubrir el acontecimiento no podían situar Gdansk (el antiguo Dantzig) en un mapa. Aún sabían menos sobre Ruanda cuando las masacres de 1994: la mayor parte de ellos pisaban por primera vez el continente africano y habían desembarcado directamente en el aeropuerto de Kigali, en aviones fletados por la ONU, sabiendo apenas dónde se encontraban. Casi todos ignoraban las causas y las razones del conflicto. Pero el defecto no es culpa de los reporteros. Ellos son las primeras víctimas de la arrogancia de sus patronos, de los grupos mediáticos y de las grandes redes de televisión. "¿Qué más me pueden exigir? —Me decía recientemente el camarógrafo del equipo de una gran cadena de televisión estadounidense—. En una semana he tenido que filmar en cinco países de tres continentes distintos". 

    S.O.S
    Hay que prender las alarmas, hay que sentar la voz de auxilio frente a este monstruo de la globalización y mercantilización de la información. La información, según el artículo 20 de la constitución política de Colombia, es un bien público, que no se mercadea, que debe ser imparcial. Y eso hoy no es así, es muy diferente. La información se convirtió en una mercancía que se compra o se vende al mejor postor o a beneficio del mejor postor. 

    Los medios tienen un poder casi exclusivo, y es el de contar, el de formar. “Hoy, la pequeña pantalla es la nueva (y prácticamente la única) fuente de la historia, destilando la versión concebida y desarrollada por la televisión. Mientras que el acceso a los documentos sigue siendo difícil, la versión que difunde la televisión, incompetente e ignorante, se impone sin que podamos cuestionarla” sentencia Kapuscinski. 

    Los medios de comunicación no reflejan la sociedad, si acaso una porción ínfima de ella. Ahora el trabajo está, como lo expresa Victoria Camps, en que “debería ser una preocupación desde la ética conseguir que los medios asuman responsabilidad por la innegable influencia que ejercen en la sociedad”. 


  20. II

    miércoles, 22 de abril de 2009

    Me arde la nariz, me arde profundamente. Caminar en la ciudad se me ha convertido en el peor de los sufrimientos. Me han quitado el placer de caminar el centro. De recorrer sus calles, sus historias, sus personajes. Me han quitado el espantoso espectáculo de ver pasar el tiempo, como se ven pasar los carros o el humo o las gentes. El tiempo pasa veloz, terriblemente veloz. Me han quitado el legítimo derecho a caminar. Me arde la nariz. Ya no puedo respirar. Me cuesta trabajo. Y eso de por sí ya es muy complicado. La contaminación de la ciudad me excluye de ella.

  21. !!!

    lunes, 30 de marzo de 2009

    El tiempo tiene prisa. Ya no camina, corre. Y uno se va con él.

    A veces sin sentirlo, sin saberlo, sin querer saberlo.

    Pero en ocasiones, cuando uno siente un peso, un afán,

    cuando las cosas van mal y se necesita tiempo, éste no perdona.

    Nos recuerda su poder y su existencia.

    El tiempo tiene prisa.

    ¡Y uno sin saber por qué!


  22. Dulce

    sábado, 3 de enero de 2009

    Un cuento de Leonardo Muñoz, un buen amigo costeño...


    Pronto te levantarás y dejarás el puesto de mi lado vacío. Presionarás el timbre de este bus. Y yo quedaré en silencio. Fingiré que no me daré cuenta de tu partida. Me acomodaré la falda. Miraré a través de la ventana, cómo a lo lejos la tarde se está yendo.

    Me acaricio las manos. Me gusta pasar la yema de mi dedo índice en esta sortija. Mientras la froto, pienso que te he llamado la atención. Y me miras. He dejado mis pálidas manos sobre esta falda violeta.

    Miro a través de la ventana. Paso mi mano sobre mi cabello, me quito la hebilla, lo peino con mis dedos, otra vez me pongo la hebilla. Te miro y eres de piel clara, cabello negro, corto. Tu ceja derecha tiene un débil camino que la separa. Y esos labios tuyos. Gruesos. Como henchidos de algo. Miro tus labios. Mi desconocido, será bonito recordarte por tu boca, cuando ya no estés. Imagino que tu mano toca mi mentón y la punta de tu dedo recorre el borde de mi boca. Imagino que tu boca está cerca. Más cerca. Puedo sentir tu respiración. Cálida. Y esos labios tuyos, se entreabren para encontrarse con los míos. Tus labios tienen un sabor como de durazno tierno. Un durazno que se deshace con un mordisco. Lento. Sigues besándome, mi desconocido.

    El tiempo es lento. Cierro mis ojos. Abro mis ojos. Todavía estás sentado a mi lado. De repente te levantas del puesto. Extiendes tu brazo para presionar el timbre. El bus se detiene. La puerta se abre. Veo que la cruzas. Imagino que disimulas no mirarme. Que mientes como yo. Las puertas se cierran. Y yo me quedo con un sabor extraño sin nombre en mi boca. Me paso mi lengua y ese sabor me ha hecho sonrojar.