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  1. Las despedidas.

    miércoles, 2 de enero de 2008

    Y quién se invento esas cosas de las despedidas. Eso del abrazo, del dolorcito chiquitico que le da a uno por dentro, en ese no se qué, que tenemos dentro. Eso de las lágrimas. Eso de ver como se alejan los carros, o los aviones, o el cuerpo mismo, por ese camino sin retorno o con un retorno incierto. ¡Esa vaina duele, compadre! De ver como la vida se lleva los amigos. Esos amores indescriptibles. Esos seres que uno les confía todo y se lo llevan todo.

    ¡No! Me revelo. No me gustan las despedidas. No las soporto. Siempre que estoy próximo a una, me extravío. Me nublo. No se que carajos hacer. Sólo quiero desaparecer y no ver ni al despedido o la despedida. ¡Es que esa joda duele, mi hermano!

    Porque eso de dar todo y recibirlo todo. Esa manía de acumular recuerdos y sonrisas y abrazos y miradas y noches y días y enojos y…. Eso de vivirlo todo y después ese todo para. Desaparece. ¡Stop! No. Me revelo. No me gustan las despedidas. Me duelen.

    ¡Carajo. Sí, me duelen, y qué!


  2. 3 comentarios:

    1. Anónimo dijo...

      A mi también me duelen. No solo las depedidas de los amigos, las de los lugares, los espacios, las ciudades. Pero ya verás como son de reconfortantes los reencuentros.
      Te quiero, amigo mío. Te extrañaré, sí, pero nunca tanto como en esos tontos años cuando nos separamos. Eso sí que jamás volverá a suceder.

    2. Algo me ha enseñado la vida, las aguas cuando se quedan quietas se estancan. Despedirse duele pero es necesario, hay caminos por recorrer y horizontes que buscar.

    3. M. Gallinazo dijo...

      Deje de quejarse, hombre! Los verdaderos amigos no se van realmente. Se quedan en algún lado, o siguen volviendo en forma de correo electrónico, o personalmente, a veces.
      un abrazo